Reflexiones del abuelo Jesús, en la residencia

Antonio Fernández Álvarez

Antonio Fernández Álvarez

Las reflexiones del abuelo Jesús comenzaron el día en que su hijo le dijo: En esta residencia de la tercera edad te tengo que dejar papá, verás que bien vas a estar ya sabes que no tengo espacio en el pequeño piso que escrituraste a mi nombre al morir mamá, tu nuera trabaja también para sacar adelante nuestra familia, nuestros hijos, tus dos adorables nietos, no queremos que sean una carga para ti cuando vuelven del cole y nosotros estamos en nuestros respectivos trabajos, yo es verdad que salgo a las tres, por la tarde no trabajo. Pero como sabes las tardes estoy de voluntario para buscar fosas comunes es prioritario que encontremos al abuelo Ramón, tu padre.

Habían pasado cuatro años desde que su hijo se despidiera de él con estas palabras cuando le dejó a las puertas del centro mientras una enfermera se hacía cargo de las maletas del anciano.

Al ver salir a su hijo y cerrar tras de él la reja de acceso al recinto, se sintió como si le hubiesen tirado a una fosa común. Solo que esta era más dolorosa, más profunda, más amarga y sobre todo más humillante que aquella donde por una terrible contienda contuviese los restos de su padre.

Supo que sería la última Navidad que recibiría la visita de sus nietos pues durante su visita discutían con su madre de que se le iba a hacer tarde que habían quedado para salir con sus amigos y que podrían haberse ahorrado el viaje hablando por teléfono que para eso le habían regalado un móvil por su ochenta cumpleaños con datos para poder verse por video llamada si así querían.

Su hijo, según le dijo su nuera no había podido acompañarles, estaba muy ocupado acaban de descubrir una fosa común que contenía más de veinte restos de seres humanos no eran la que andaban buscando sino asesinados por el bando contrario, pero estos parecían no tener el mismo entusiasmo en localizar a sus seres queridos, así ahora encima les tocaba a ellos identificar a esos fascistas que yacían en una fosa, por los restos de los ropajes eran sacerdotes, según habían investigado serían del seminario que había habido próximo al lugar de la fosa hallada.

Estaban en el jardín de la residencia, el abuelo sentado en una silla de ruedas pues se había caído hacía un mes al rompérsele la cadera, pero o no se percataron porque ni tan siquiera le preguntaron le besaron los nietos en la mejilla, y su nuera le abrazó fuertemente a modo de despedida con un somero cuídese. Les vio partir y a través de la reja del  recinto montarse en el coche que estaba aparcado junto a la misma.

Lagrimas brotaron de sus ojos, que limpió con el revés de la mano, giró la ruedas de la silla con inusitada fuerza y se dirigió al pequeño bar de la residencia donde unos jugaban al dominó y otros a las cartas. Observó a los allí presentes, parecían estar felices, jugaban, gritaban o bromeaban según los lances del juego, pero cuando el silencio acallaba el bullicio, un halo de tristeza invadía el ambiente. La quietud de las miradas hundidos los ojos, cansados y tristes no traslucía nada más que un ruego de súplica por un añorado abrazo, beso o caricia, en todos y cada uno de los allí congregados.

Gritó, gritó fuerte, muy fuerte -cobardes, pusilánimes, cobardes- esperáis a la muerte disimuladamente porque no sois capaces de mirarla a la cara, de seguís con vuestras vidas y como un ritual os sentáis a jugar al dominó a las cartas, pero solo es para poder decir que la muerte os pilló desprevenidos mientras hacías aquello de que disfrutabais. –Mentira-

El jamás se sentó a jugar aunque muchos le reclamaban, era amigos de todos pero estaba siempre solo con libro siempre en la mano, lo que le había llevado a ser, filósofo, poeta, escritor, pirata, amante, guerrero, constructor, político, policía, detective, y muchos personajes más, tantos como libros había leído en los cuatro años que estaba en ese encierro involuntario al que se veía sometido. Vivía intensamente junto al protagonista de la novela todos y cada uno de episodios que en ella se narraban de esa forma se sentía fuera de la residencia, paseando con Hipatia por Alejandría, cantando el romancero gitano con Lorca, luchando en las trincheras a golpes de versos con Miguel Hernández, analizando el drama de la Guerra Civil Española con Juan Eslava Galán, recorriendo la historia de España desde las guerras en Italia con el Gran Capitán, las luchas por el trono con Juana la Beltraneja y Juana la Loca, la suntuosidad de los reyes de la casa de Austria y de la casa de Borbón, ahora tenía en su manos Felipe VI, el último rey de España una novela vomitiva escrita por un republicano revanchista que fue condenado por intento de atentado a su padre el anterior rey Juan Carlos de Borbón.

Se levantó de la silla de ruedas mientras gritaba hacía aspavientos con la manos, el salón había enmudecido y con cara de compasión todos le miraban, dos celadores le sujetaron y le obligaron a sentarse de nuevo y le sacaron del bar. Gritaba, gritaba ahora era de impotencia, -solo la muerte es más fuerte que la vida, no vivirás para contar tu muerte, si la de los que te rodean que se han de dejado vencer,- jajajaja, pero yo no quiero seguir luchando contra ti, solo te hago frente y no eres capaz de vencerme, pero no te ayudaré, eso es de cobardes, sé que algún día podrás conmigo pero estaré aquí de frente, esperándote, mirándote a los ojos, entonces si te cogeré de la mano y me dejaré llevar, sin miedo, sin rencor, me iré para no volver, porque sé que es irreversible el camino por eso sé que solo debo estar preparado, no agazapado y rezando para que pases de largo. Aquí me tienes, muerte cobarde justiciera, y dañina que solo cuando la debilidad de la vida es evidente no vences, siempre vences pero solo vences al cuerpo al débil cuerpo que es nuestra forma humana, no acallas los hechos. Jajajaja te llevas la vida del poeta pero no sus versos, te llevas la vida del padre pero en los hijos el padre vive, y así en cada uno de nosotros,

Calló de golpe como si le hubieran sellado la boca, incluso los celadores pararon la silla de ruedas y le miraron a la cara a ver si le pasaba algo, tenía una pequeña mueca en la boca no respondió a las preguntas que le hicieron solo asintió con la cabeza cuando le preguntaron -¿se encuentra bien?

El salón era un hervidero, ahora todos comentaban lo que había sucedido, -se veía venir está loco, estaba loco, es un loco-, por eso está aquí, en su casa no quieren tener un loco. Maldita sea, os estáis escuchando ahora era Manolo, el encargado de la biblioteca quien más había tratado a Jesús quien había protagonizado minutos antes tal escandalera, vosotros, nosotros estamos aquí igual que él abandonados por nuestros, hijos, por nuestros nietos, con la única compañía que nuestra soledad, tardaremos muy poco en acabar como él, si antes la muerte no nos lo impide, hoy al menos tenemos algo que hace nuestros programados días sea diferente, él loco, un loco que se ha atrevido a enfrentarse a su realidad ha protagonizado un escándalo en el salón de juego ha sido capaz de romper la monotonía de una de las aburridas tardes que aquí pasamos. Vio venir a los celadores que antes se habían llevado al compañero, no tenían cara de buenos amigos e incluso uno comentó ¿qué pasa hoy no os ha sentado bien la comida o es que algunos estáis chocheando ya?

El silencio solo fue roto por el mismo anciano que antes había hablado que añadió, -solo si tienes suerte llegareis a nuestra edad, solo si no la tienes os veréis como los que estamos aquí ahora, solo si tenéis suerte vuestra lucidez os hará sufrir si no la tenéis viviréis inconscientemente una feliz vida sin recuerdos hasta vuestro fin, lo peor es que ni tan siquiera podéis elegir-.

Como una losa las palabras del anciano habían caído sobre los celadores a quien se les mudó la cara con un gesto rígido como si fuese la un cadáver, callaron y apesadumbrados salieron del salón dejando a los ancianos con sus cavilaciones.

Fueron a la sala de descanso, habían recorrido un largo pasillo sin tan siquiera comentar nada, cada uno iba reflexionando lo que habían oído y a cada uno las palabras les había roído la conciencia. En la sala estaba María una celadora encargada de la limpieza de las habitaciones que al verlos entrar preguntó ¿qué os pasa venís con la cara de un muerto?, ¿ha pasado algo? No, nada grave o si, pero no sé, siempre creí que la residencia era un lugar idílico para los mayores pero esto es una puta mierda, es la antesala de la muerte sin más compañía que la soledad de unos pobres desgraciados que han sido abandonados por aquellos por quienes han dado la vida, joder, joder esto no es vida, te pasas la vida trabajando por el bienestar de tu familia, no ves a tu hijos porque cuando llegas a casa ya están durmiendo cuando son pequeños, cuando son grandes no están en casa sino quemando gasolina con el coche o la moto que tú estás pagando dando horas para que puedan disfrutarla, y cuando te jubilas y puedes disfrutarlos entonces les estorbas en ese idílico plan trazado por ellos para el bienestar de su hijos, y los traen aquí, almacén de vidas agotadas a la espera de que sean llamadas a la otra vida.

-Se te ha ido la olla o que- dijo María, se puede saber de qué coño hablas, no sé pero quizás tenga razón respondió el otro celador, esto es un lugar tétrico, salvo para quien no esté en su cabales, por su chochez o una enfermedad, habría que plantearse que tiene esto de idílico mira que en nuestra publicidad dice: “nadie le quiere como tú, nadie le cuida como nosotros”. Jajaja, la primera frase es mentira, mira si le quieren que lo abandonan, la segunda procuramos hacerla realidad, que lo consigamos o no es algo subjetivo y va a depender de la opinión de cada uno de ellos en función de que acertemos con las necesidades que necesite en cada momento.

Ahora mismo hemos dejado acostado en su cama “al biblioteca”, así era como llamaban a Jesús porque por su manos habían pasado todos los libros de la biblioteca e incluso algunos que le habían regalado algún celador, seguro ¿qué era eso es lo mejor para él en este momento?, ¿eso es cuidarle?, ¿una pastilla para dormir un calmante para ese aparente ataque de nervios¿, si, a lo mejor era un ataque de lucha de vida por la impotencia de verse sometido a la separación impuesta por su hijo, soltó la taza de café que acababa de servirse y salió corriendo dando un portazo. Asombrados María y su compañero corrieron tras de él, gritaba el nombre del biblioteca, Jesús, Jesús, Jesús, llegó a la habitación y abrió de golpe la puerta, el hombre yacía en la cama bocabajo llorando amargamente, le incorporó y abrazó al anciano, llore Ramón, desahóguese no se abandone, éste entre sollozos dijo:

No tuve padre, lo mataron cuando tenía tres años, cuando tuve un hijo me volqué desmesuradamente en él lo di todo, me vacié como decís los modernos, disfruté a mis nietos hasta que me trajeron, estoy aquí muerto en vida, fosa que no cavé, sepultura que jamás esperé, tumba en la que en vida disfruté, si disfruté con la lectura mi enterramiento soporté y de alguna forma lo sobrellevé, pero ahora la vida se me escapa la muerte oscila en mi cabeza no quiero cerrar los ojos y dejarme llevar, pero ya no puedo zigzaguear para esquivar su zarpazo. Intentó levantarse de la cama y ayudado por el celador lo consiguió, fue hasta su armario rebuscó en el fondo de un cajón y sacó una caja que era el envoltorio de un reloj, y la puso en mano del celador. Éste dudo, ábrela le ordenó contenía un precio reloj de bolsillo en oro 18 k de la marca Longines, era para mi padre lo compró mi madre en 1937 para regalárselo, no pudo ser lo mataron dos días antes de su cumpleaños, quiero que sea para ti, no puedo aceptarlo Ramón podrían decir que se lo he robado, aquí hay testigos y  aquí tienes el motivo, yo ya no lo necesito y tu abrazo ha sido mi despedida de este mundo, el calor de otro ser humano me acompañará al frío mundo de la muerte, y dicho esto cerró sus ojos y extendiendo su mano dijo, no te tengo miedo muerte, ya estoy preparado para irme, llévame contigo sé que la muerte es el remedio de todos mis males.

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